sábado, 1 de marzo de 2014

Gracias, Paco



Sería las ocho cuarenta y cinco de la mañana. Escuchaba la cadena Ser mientras conducía, cuando Pepa Bueno pronuncia esa frase frecuentemente utilizada en los medios radiofónicos y televisivos: “noticia de última hora”. Esta dichosa frase no suele augurar nada bueno, pienso. Y de pronto el mazazo: “…a muerto Paco de Lucía…”


Mi mente es incapaz de asimilar la información, parece una broma, pero claro, con la muerte no se bromea. Me sube un nudo a la garganta y mis ojos se arrasan. De nuevo me digo, no puede ser, no nos ha podido dejar de esa manera tan inopinada.


Palais des Beaux-Arts de Bruselas, donde Paco cosechó tantos éxitos.
Inmediatamente rememoro cuando escuché por primera vez, a finales de 1973, la rumba  “Entre dos aguas”. Fue en los almacenes Félix Sáenz de Málaga; sí, los que menciona la letra de los cantes del Piyayo de Tomás de Perrate. Cuando en 1977, en el teatro Beursschouwburg de Bruselas, le veo por primera vez en concierto y percibo que los sonidos que emanaban de su guitarra eran distintos a los que había escuchado hasta entonces; quedo prendido en las redes de su música mágica. Recuerdo como a la vez que su repertorio se va enriqueciendo con nuevas composiciones, las ya conocidas “Entre dos aguas”, “Fuente y caudal”, “Almoraima”, la rondeña “Cueva del Gato”, etc., nada tienen que ver con las grabaciones originales, se supera en cada una de las actuaciones que presencio.


Ya sería en el emblemático Palais des Beaux-Arts de Bruselas donde a medida que pasaban los años y Paco ganaba en predicamento, era más difícil obtener una entrada, había que estar muy atento para reservar con tiempo. Sus recitales, ya fuera formando dúo con su hermano Ramón de Algeciras, formando trío con su sobrino José Mª Bandera y Juan Manuel Cañizares o con Jonh McLauglin y Al Di Meola; ya fuera con el famoso sexteto formado por Ramón de Algeciras, Pepe de Lucía (Duquende o Rafael de Utrera), Jorge Pardo, Carles Benavent, Rubem Dantas y Manuel Soler o Joaquín Grilo; ya fuera más recientemente con Niño Josele, La Tana y Montse Cortés, eran éxitos rotundos. Públicos de las más diversas nacionalidades y procedencias, se desplazaban de las vecinas Francia, Holanda o Alemania.


Estoy seguro de no equivocarme al afirmar que no me perdí ninguno de sus conciertos desde el ya mencionado 1977 hasta 2006. No he contado el número de veces, pero fueron muchas. Al término de cada actuación siempre comentábamos lo mismo: “una vez más nos ha sorprendido”. Creíamos imposible que superara su actuación anterior y siempre nos desmentía. Sus trémolos, la velocidad de sus punteos, sus armonías, su compás milimétrico, sus melodías, su técnica y su virtuosismo no eran de este mundo.


Pero no era sólo eso, Paco me traía aires de mi querida Andalucía que tanto añoraba, esa inmensa flamencura que estaba presente hasta cuando se sumergía en el jazz, unos toques que parecía que Camarón estaba presente y sobre todo los oles, a penas musitados, que arrancaba de lo más intimo de mi ser.


Tres días han transcurrido desde tu fallecimiento, Paco, y los oles que de mi salían jubilosamente, hoy me salen en forma de llanto íntimo y contenido.

Gracias Paco.

Antonio Burgos García
Málaga, 1 de marzo de 2014

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